sábado, 1 de junio de 2013

Tema para discutir "Unión o Esclavitud"






TEMA PARA DISCUTIR: “UNIÓN O  ESCLAVITUD”.

Carlos Guillén

La alternativa a  la unión que enfrenta  la América Latina es aterradora.
Si un país demuestra desarrollo y autosuficiencia es un peligro inminente para el imperio y sus lacayos de la ONU,  incapaces, estos últimos, de un accionar  firme ante los abusos que - por el Derecho a Veto - ejercen las potencias, en especial  el Departamento de Estado    allí  representado  por supuestos diplomáticos.
La  resistencia a estudiar la Historia por parte de  los latinoamericanos,  especialmente los venezolanos,  ha traído consecuencias nefastas para nuestros pueblos.  Y la de ahora puede que sea la última oportunidad.
Es preciso iniciar un  análisis  de ejemplos concretos, claramente descritos en la historia de Sur América,   para entender que  sólo la unión de los pueblos suramericano-caribeños  puede salvar a esta parte del planeta de ser  engullida por los dos monstruos del consumismo energético: USA y CHINA.
El ejemplo de Paraguay debe ser motivo de estudio y reflexión obligatoria para todos los hombres y mujeres de estas latitudes, no dejándose llevar por la propaganda neoliberal en moda, ni por la antigua moral capitalista que justifica todo intento por dolarizar la economía de otros países sólo para esclavizar a sus ciudadanos bajo el garrote del Dios Dólar.
Paraguay  es ejemplo a observar y analizar con suma atención. Aislado de toda influencia extranjera durante más de cuatro décadas, comenzando con  la férrea dictadura de Gaspar Rodríguez de Francia entre 1814 y 1840 [1] que promocionó y  desarrolló  la nación al punto que eliminó tanto los ladrones como los mendigos. 
Cinco años después,  cita  Galeano al agente norteamericano Hopkins: “no había niño que no sepa leer ni escribirSe había eliminado la Oligarquía y  la economía  se vitalizó  al punto que sus fábricas de lienzos, tejido y  ponchos junto a materiales de construcción, papel y tinta, se complementaron con el desarrollo siderúrgico, fluvial,   maderero y agrícola”.
El país no necesitaba de empréstitos de ningún imperio, no  tenía deudas por concepto alguno, y   contaba con el mejor ejército de la América del Sur.
Los indígenas (guaraníes) fueron los mejor tratados  por los misioneros  españoles.   Aprendieron ciencias y artes: construcción,  agricultura,  música, tejido y pintura. La vida   era absolutamente socialista y comunitaria, al punto  que no se conocía el dinero, sino   el trueque, la vida en comunidad. No  había intermediarios ni prestamistas.
Esta  autosuficiencia y desarrollo  independiente y  exitoso  era un mal ejemplo para las provincias vecinas que  hasta 1825  habían luchado  por su independencia de la España corrupta y  corruptora.
¿Quiénes impulsaron  la destrucción de esta nación  autosuficiente y progresista  donde el 98% de la tierra era de propiedad pública y se cedía a los campesinos  para la explotación de las parcelas a cambio de poblarlas y cultivarlas  en forma permanente y sin derecho a venderlas?
No  sólo el imperio británico  odiaba este desarrollo que le impedía percibir las jugosas ganancias por concepto  de  los fletes y los seguros.  
Los ambiciosos  encomenderos  -  los venidos de España y sus hijos locales - no contentos con la limitación que tenían para enriquecerse,  negociaron con  la Corona  el retiro de los misioneros. Lo  que permitió,  convertida en deporte,  la caza de los indios cuyos cadáveres eran colgados de los árboles  a pudrirse  cual frutas  no apetecidas por ningún ser viviente,  cuando no,  vendidos a  Brasil que siempre  mantuvo  los mercados de esclavos  como la mayor fuente de riqueza del imperio portugués.
Los gobiernos Brasilero y Argentino negociaron con el imperio Inglés  el genocidio del pueblo paraguayo. Y por supuesto la repartición del territorio.
La Guerra, conocida como la Triple Alianza, iniciada en 1865,  fue la más cruel que se puede imaginar.  La cobardía de los vencedores, validos de sus enormes ejércitos que bombardearon sin piedad a la población, llegó al extremo de matar a puñaladas, previa  mutilación  sexual a los generales y comandantes  paraguayos que se rindieron,  después de resistir valientemente, cuando ya no  tenían  armas ni municiones.
Las instrucciones recibidas del imperio británico a través de  su embajador,  fueron claras: “Hacer de Brasil un emporio para las manufacturas británicas destinadas al consumo de toda la América del Sur”.
 “Los paraguayos sufren la herencia de una guerra de exterminio que se incorporó a la historia de América Latina como su capítulo más infame. Se llamó la Guerra de la Triple Alianza. Brasil Argentina y Uruguay tuvieron a su cargo el genocidio. No dejaron piedra sobre piedra ni habitantes varones entre los escombros” (Galeano, 1970).
La invasión fue financiada, de principio a fin, por  Inglaterra a través del Banco de Londres,  la casa Baring Brothers y la banca Rothschild, mediante empréstitos con intereses leoninos que hipotecaron la suerte de los vencidos[2] Argentina se quedó con Misiones y el Chaco, noventa y cuatro mil kilómetros  cuadrados de tierras,  además de  los prisioneros,  marcados  con hierros  como reses,  que pasaron a ser esclavos para la mano de obra en los cafetales. 
Brasil,  imperio esclavista de Pedro II,   aumentó inmensamente sus fronteras hacia el oeste, aproximadamente  en sesenta mil kilómetros cuadrados nutriendo sus ejércitos con esclavos y presos.
A Uruguay que había servido de títere no le tocó nada.
Ese es el espejo en que debe mirarse Venezuela. Apetecida por el imperio del Norte, necesaria para satisfacer la demanda  del petróleo que se acrecentará año a año, ante la continua decadencia de su economía  y de su importancia ante el monstruo de la China.
El  crecimiento de China  a un sostenido  7% anual llegará en menos de una década a requerir toda la producción  del petróleo que se  extrae a nivel de la OPEP:  100 millones de barriles diarios,   no dejará campo para el imperio norteamericano…. Luego,  será una necesidad  la invasión de los países productores del hidrocarburo  que,   aislados, incapaces de  enfrentar el poderío militar del imperio,  serán presa fácil.
A menos que logremos  una unión como la soñada por Bolívar en el Congreso Anfictiónico de Panamá.
El bloque latinoamericano-caribeño de naciones es la única garantía de sobrevivencia de los pueblos de la América Latina, rica en  yacimientos  minerales, en flora, en agua.  Todo lo que necesitan  los decadentes imperios y que no quieren comprar sino robar de los pueblos del Sur.
La unión será  el equilibrio que garantice, no sólo la paz, sino la vida de los pueblos que hasta ahora fueron el patio trasero donde los gringos recogían los frutos sin siquiera preocuparse por regar las plantas que los producían.      





[1] Galeano: Las Venas Abiertas de América Latina.
[2] Múltiples autores citados por Galeano  en “Las Venas abiertas de América Latina”

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